Dones literarios

libros
Melville y el horror de la ballena blanca.
Borges y sus espadas, laberintos, espejos, tigres y compadritos.
Hugo y su jorobado, su gitana hermosa, su clérigo malvado... y Jean Valjean y Gavroche.
Verne y el enigmático Nemo, Miguel Ardan, Barbicane y Nicholl; Fogg y la eterna disputa entre Paganel y el comandante McNabbs.
Eco y el trasunto literario del bibliotecario ciego de mi tierra, Jorge de Burgos, que aborrecía la risa, y William, el Sherlock Holmes avant la lettre y su compañero y amanuense Adso.
King y su tenebrosa corte de payasos, chupasangres como Barlow & Straker, gitanos con maldición incorporada, y sitios que atraen el Mal, como Salem's Lot, el Overlook Hotel ("Wendy, I'm home!") o el terrible cementerio de animales.
Cortázar y sus cronopios húmedos, erizados y verdes, sus famas y sus esperanzas, observados con perplejidad por un tal Lucas, que juega a la Rayuela con la Maga.
Tolkien, el hacedor de mitos, que trajo de las profundidades del tiempo al Elfo, el Enano y el Dragón, pero que redujo al Héroe de la saga escandinava a proporciones humanas.
Sturlusson, que al decir del Maestro "salvó la literatura de Germania" -y de Escandinavia, me atrevo a añadir- contándonos el principio de todas las cosas y el curioso caso de un dios que se sacrifica a Sí mismo para obtener la sabiduría, el don más alto que imaginarse pueda.
Shakespeare, el vasto Shakespeare, que nos legó a Ofelia, Othello, Lear, Richard III, Henry V, Romeo y su amor imposible, el mercader de Venecia, y el indeciso Hamlet, versión más moderna y dramatizada del príncipe Amleth de Dinamarca, que no vaciló tanto en cortar en pedazos a los asesinos de su padre y echar los trozos a los perros.
Poe y sus amadas muertas, sus fúnebres campanas, el horror del entierro en vida, su gato negro y su cuervo que le repite la verdad suprema acerca de la vida y la muerte.
Lovecraft, su discípulo, y sus abominaciones, que nos meten el miedo en el alma a pesar de su exceso de adjetivos, demostrando una vez más que un gran artista puede serlo a pesar de no tener una técnica perfecta (análogamente, se dice que el gran pintor Hopper, si hubiera pintado mejor, no sería un artista tan grande).
Graves y el viejo Cla-Cla-Claudio, su repelente abuela y su diabólica esposa.
Ressler, que investigando los casos más abominables de la criminología nos muestra la mente más retorcida, la del psicópata y el psicótico, haciéndonos asomar al inframundo más oscuro, al abismo que habita en la mente de esos seres de pesadilla.

Podría seguir todo el día... los dones de la literatura son infinitos, y no alcanza una vida para abarcarlos todos (ni una vida ni dos, corrijo). Me alegra haber conocido estos que he nombrado, y quedan muchos en el tintero... quizá en otra ocasión. De momento, esta noche me espera otro libro. ¿Qué dones traerá? Ya lo veré...

Bietato introdurre biciclette

En los bancos y casa de comercio de este mundo a nadie le importa un pito que alguien entre con un repollo bajo el brazo, o con un tucán, o soltando de la boca como un piolincito las canciones que me enseñó mi madre, o llevando de la mano un chimpancé con tricota a rayas. Pero apenas una persona entra con una bicicleta se produce un revuelo excesivo, y el vehículo es expulsado con violencia a la calle mientras su propietario recibe admoniciones vehementes de los empleados de la casa.

Para una bicicleta, entre dócil y de conducta modesta, constituye una humillación y una befa la presencia de carteles que la detienen altaneros delante de las bellas puertas de cristal de la ciudad. Se sabe que las bicicletas han tratado por todos los medios de remediar su triste condición social. Pero en absolutamente todos los países de esta tierra está prohibido entrar con bicicletas. Algunos agregan: "y perros", lo cual duplica en las bicicletas y en los canes su complejo de inferioridad. Un gato, una liebre, una tortuga, pueden en principio entrar en Bunge & Born o en los estudios de abogados de la calle San Martín sin ocasionar más que sorpresa, gran encanto entre telefonistas ansiosas o, a lo sumo, una orden al portero para que arroje a los susodichos animales a la calle. Esto último puede suceder, pero no es humillante, primero porque sólo constituye una posibilidad entre muchas, y luego porque nace como efecto de una causa y no de una fría maquinación preestablecida, horrendamente impresa en chapas de bronce o de esmalte, tablas de la ley inexorables que aplastan la sencilla espontaneidad de las bicicletas, seres inocentes.

De todas maneras, ¡Cuidado, gerentes! También las rosas son ingenuas y dulces, pero quizá sepáis que en una guerra de dos rosas murieron príncipes que eran como rayos negros, cegados por pétalos de sangre. No ocurra que las bicicletas amanezcan un día cubiertas de espinas, que las astas de sus manubrios crezcan y embistan, que acorazadas de furor arremetan en legión contra los cristales de las compañías de seguros y que el día luctuoso se cierre con baja general de acciones, con luto en veinticuatro horas, con duelos despedidos por tarjeta.

Julio Cortázar, "Material plástico", en "Historias de cronopios y de famas". ¿Necesito añadir algo más?

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Joyeux anniversaire, M. Jules Gabriel Verne!

¡Feliz cumpleaños, Monsieur Julio! Cuántas horas felices me ha hecho pasar desde mi más temprana niñez... he viajado en su Nautilus con el enigmático Nemo, he intentado hacer un túnel en el jardín de mi casa tras leer Viaje al centro de la Tierra (quería ver dinosaurios, usted comprende...), he circunnavegado el globo tras los pasos del Capitán Grant y he llorado con la despedida del bravo Thalcave; me ha dejado usted con un nudo en la garganta por la terrible suerte de los viajeros a la Luna, orbitando perpetuamente nuestro satélite... hasta que felizmente me enteré que había una segunda parte. He pasado frío con el intrépido capitán Hatteras y su melancólico final, en un manicomio, como una brújula enloquecida y he empujado con mi mente al barco que transportaba a Phileas Fogg y su fiel Jean Passepartout para que fuera más rápido...

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 Miles de horas he estado con las criaturas de su imaginación, y aún sigo estándolo (hace poco releí De la Tierra a la Luna). Dicen que su literatura es juvenil o infantil... pues que lo sea. Nosotros, los Peter Pan que no queremos entrar en lo que don Alejandro Dolina llama "esa mediocre resignación que algunos llaman madurez" seguiremos leyéndolo. Ciento ochenta y tres años después de su nacimiento, seguimos recordándolo, que no es poco. Así pues, le deseo larga vida en la memoria de los hombres, esa suerte de inmortalidad que el destino depara a los grandes escritores.

Henry V y San Crispín

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Kenneth Branagh como Henry V

La víspera de la batalla de Azincourt el rey Henry V de Inglaterra dirigió a sus maltrechas tropas (5.000 arqueros y 1.000 peones) una arenga que se ha perdido, pero que Shakespeare ha recreado de forma inmortal. Los ingleses se creen perdidos ante 25.000 franceses y su rey los alienta con una de las arengas más hermosas (y famosas) de la literatura. Resaltaré en negrita los párrafos que más me gustan.

WESTMORELAND
¡Ójala tuviéramos aquí ahora Aunque fuera diez mil de aquellos hombres que en Inglaterra están hoy ociosos!

REY HENRY V
¿Quién pide eso? ¿Mi primo Westmoreland? No, mi buen primo: Si hemos de morir, ya somos bastantes para causar una pérdida a nuestro país; y si hemos de vivir, cuantos menos hombres seamos, mayor será nuestra porción de honor.
¡Dios lo quiera! te lo ruego, no desees un solo hombre más. Por Júpiter, no codicio el oro, Ni me importa quién se alimente a mi costa; no me angustia si los hombres visten mis ropas; esos asuntos externos no ocupan mis deseos: Pero si es pecado codiciar el honor, soy la más pecadora de las almas vivientes.

No, creeme, primo, no desees un solo hombre de Inglaterra: ¡Paz de Dios! no perdería un honor tan grande Como el que un solo hombre creo que me arrebataría por lo que más deseo. ¡Oh, no pidas uno solo más! Proclama, en cambio, Westmoreland, por mi ejército, que el que no tenga estómago para esta pelea, que parta; se redactará su pasaporte y se pondrán coronas para el viático en su bolsa: no quisiéramos morir en compañía de un hombre que teme morir en nuestra compañía.

Este día es la fiesta de Crispiniano: el que sobreviva a este día y vuelva sano a casa, se pondrá de puntillas cuando se nombre este día, y se enorgullecerá ante el nombre de Crispiniano. El que sobreviva a este día, y llegue a una edad avanzada, agasajará a sus vecinos en la víspera de la fiesta, y dirá: ´Mañana es San Crispiniano´. Entonces se alzará la manga y mostrará sus cicatrices y dirá, ´Esta heridas recibí el día de Crispín´. Los viejos olvidan: y todo se olvidará, pero él recordará con ventaja qué hazañas realizó en ese día: entonces recordará nuestros nombres familares en sus labios como palabras cotidianas: Harry el rey, Bedford y Exeter, Warwick y Talbot, Salisbury y Gloucester, se recordarán como si fuera ayer entre sus jarras llenas.

El buen hombre contará esta historia a su hijo; y nunca pasará Crispín Crispiniano, desde este día hasta el fin del mundo, sin que nosotros seamos recordados con él; nosotros pocos, nosotros felices pocos, nosotros, banda de hermanos; porque el que hoy derrame su sangre conmigo será mi hermano; por vil que sea, este día ennoblecerá su condición: y los gentileshombres que están ahora en la cama en Inglaterra se considerarán malditos por no haber estado aquí, y tendrán su virilidad en poco cuando hable alguno que luchara con nosotros el día de San Crispín.

Al día siguiente, 25 de octubre de 1415, la banda de hermanos de Henry V destrozó al ejército francés en Azincourt totalmente, gracias a sus arqueros galeses y artilugios anti-caballería (y un valor a toda prueba). 

Shakespeare, eterno Shakespeare. Has tornado inmortal una triste batalla perdida en la bruma del tiempo y que hubiera sido tragada por el olvido, como tantas otras. Bien nos vendría ahora un tipo como Henry V que nos levantara del suelo y nos alentara a aplastar a quienes nos atacan y oprimen.
Y de regalo (de yapa, diría mi abuela), esta arenga en boca de Kenneth Branagh:





¡Alístate en la Legión! (Romana, claro)

El proceso para integrarse en una Legión tenía unos pasos y requisitos estrictos. En la época del emperador Trajano eran los siguientes:

1. Ser ciudadano romano. Sólo un romano puede ser legionario, los extranjeros (peregrinus) deben alistarse en los cuerpos auxiliares. Si un esclavo se alista y es descubierto terminará en las minas o crucificado.

2. Ser soltero.

3. Integridad corporal y buena salud. Se presta especial atención a las manos. La falta de un dedo pulgar inhabilita para el servicio.

4. Altura mínima de 1,70 m.

5. No tener un historial de delitos graves. Puede hacerse la vista gorda con pequeños delitos.

Si se cumplían estos requisitos, era fundamental tener una carta de recomendación. Cuanto mayor sea la reputación del recomendante, mejor, y si es de un soldado veterano asegurarse un buen puesto en las legiones es cosa hecha. Luego sigue la fase de prueba (probatio). Las credenciales del candidato son examinadas minuciosamente, y más le vale al recluta no ser un esclavo fugado, un criminal huído o uno que intenta alistarse para volver del destierro.

Si el oficial de reclutamiento no encuentra impedimentos, lo pondrá en lista para el Juramento Militar. Hasta que lo haga, el individuo es un civil, y si se arrepiente y se va, no pasa nada, está en su derecho. Pero a partir del juramento, es un soldado de Roma, y huir es muy mala idea. Se firma por un período de servicio de 25 años.

El Juramento Militar era aproximadamente así:

"Da un paso al frente, recluta XXXX, y declara por los varios dioses el juramento irrompible de que seguirás a tu comandante dondequiera que te lleve. Obedecerás las órdenes con entusiasmo y sin vacilar. Renuncias a la protección de la ley civil romana y reconoces el poder de tus comandantes de matarte sin juicio por desobediencia o deserción. Prometes servir bajo los estandartes durante tu período de servicio y no abandonarlo hasta que tu comandante te releve. Servirás a Roma con lealtad, incluso a costa de tu propia vida, y respetarás la ley en lo que respecta a los civiles y a tus comandantes en el campamento. Felicidades, ahora eres un soldado de Roma"

Una vez hecho esto, se abre un legajo para el nuevo soldado, en el cual se apuntan minuciosamente todas sus características físicas (muy útil para identificar cadáveres o desertores). También recibe un "signaculi", una pqueña tablilla de plomo con sus datos (el oprigen de las chapas de identificación de los ejércitos actuales), que debe llevarse colgada al cuello. A partir de este momento, el nuevo soldado de Roma se incorpora a su unidad: su nueva familia.

Fuente: "Legionario. El manual del soldado romano", Philip Matyszak, Ed. Akal